lunes, 11 de enero de 2010

El día que Kristina decidió que se iba



Que la vida es dura es un hecho sin discusión. Que cuanto más sensible sea el ser humano, cuanta más capacidad de ver la belleza intrínseca de la vida y la humanidad tenga, más duro este periplo le resultará, eso, es innegable.

Yo no dejo de repetir en este blog que hace falta mucho coraje para vivir con intensidad cada día.

Durante mi experiencia vital que ya tiene una duración intermedia porque llego más o menos al ecuador de lo que sería la esperanza de vida actual, he visto a gente querida enfrentarse a la vida y la muerte (valga la redundancia) de mucho modos.

Hablo mucho de Muriel, una luchadora nata que se aferró a la vida con uñas y dientes durante 7 años de calvario físico, aquejada de una enfermedad de la que solo mueren el 10% de los enfermos. Cuando como ahora, paso más de dos semanas un poco enferma, recuerdo a Muriel siempre al pie del cañón, destrozada por fuera pero tan fuerte por dentro, viviendo cada segundo como si este fuera la vida entera, lo que en realidad es, puesto que nuestra vida no es más que la unión de todos esos segundos de vivencias que la componen, ni más ni menos. Cada instante tiene un valor intrínseco, y no tienen mucho sentido vivir en el pasado o proyectándose en el futuro, porque uno ya fue y el otro es sumamente incierto.

También he visto a Aves Fenix, que casi en cenizas se recomponen y resurgen porque ven ese atisbo de luz que les guía y le permite reconocer el camino. Aunque les cuesta vivir, eligen enfrentarse al dolor para gozar de las maravillas que el estar vivo ofrece. Al fin y al cabo y aunque suene simplista, para morir, siempre hay tiempo. Cambiar de vida es el privilegio del hombre, y creer que no puede hacerlo es el error del hipersensible.

Mi mentor Daniel Gueguén siempre me decía que él tenía un plan B en la recamará para hacer frente a cualquier situación adversa. Yo también uso esa estrategia, el pensar en que haría yo si no estuviera haciendo lo que hago. Busco siempre otras cosas que me gustaría hacer, otros sitios en los que me gustaría estar, otras circunstancias en las que me gustaría vivir, y pienso que siempre puedo cambiar de vida. Eso me da fuerza para soportar las partes más duras de la existencia y además me permite valorar lo que tengo.

Todo esto que estoy diciendo me hubiese gustado haberlo escrito antes y habérselo enviado a mi amiga Kristina. Kristina, mujer guapa, inteligente, vital, sensible…hipersensible. En algún punto de todo este barullo se perdió, se cansó y se rindió. Ayer decidió irse de todo y se fue, y nos ha dejado con un palmo de narices, desconcertados y apenados.

Kristina era preciosa por fuera pero seguramente estaba destrozada por dentro. Pero no puedo dejar de pensar que para morir siempre hay tiempo, antes de irse voluntariamente hay tantas cosas que se pueden hacer.

Este es mi pequeño homenaje a mi querida Kristina, que se rompió en mil pedazos y no pudo recomponerse, que irradiaba vida, alegría fuerza y belleza, y a la que siempre recordaré sonriendo…

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