lunes, 25 de enero de 2010

Encontrándome en el símbolo perdido

Tendría 20 años cuando me leí las nueves revelaciones de James Redfield. No es que el libro me iluminara hasta el punto de que cambiara mi vida, o eso creo, pero si me marcó la teoría de la conservación de la energía que evoca.

Siempre he pensado que en todo lo que nos sucede se combinan providencia y destino, considerando este último como una parte a preasignada a nuestra persona. A estos parámetros viene a sumarse las decisiones que tomamos, es decir que además de creer en el destino también creo en que esculpimos nuestra vida y hacemos de ella lo que queremos. Todo un poco paradójico sin duda, como corresponde a un buen ejemplar de la Generación X que es una servidora.

A estos conceptos sobre el ser personal se unen últimamente convicciones universales como la de que nuestro mundo está abocado a cambiar dando paso a una nueva forma de enfocar las cosas. Como parte de lo que sería la iluminación global de la humanidad, prevista en muchos textos antiguos y cada vez más mencionada en textos modernos, todos cambiaremos. Ese cambio, ahora lento y sólo perceptible para unos pocos, se convertirá en algo flagrante y sorprendente una vez se haya alcanzado la masa crítica, y el ciudadano medio convencional participe también de él. Suena apocalíptico, y de hecho lo es a juzgar por lo que cuenta Dan Brown en su último best seller, el símbolo perdido, en el que, ya sea dicho de paso, también habla de todo lo que he mencionado anteriormente.

Que un best seller trate estos temas me da tranquilidad porque realmente creo que necesitamos un cambio global. Y aunque estoy convencida de que no puede ser de otro modo, mis precarios conocimientos histórico-sociales me hacen pensar que no soy la primera que se siente así, y que mis predecesores hippies acabaron siento los baluartes de nuestra sociedad actual, pre-crisis del 2008 (2009 de la era ZP). Y eso asusta, porque una se ve dentro de 15 años engullida por el sistema que implacable acabará con todos nuestros sueños y necesidades de renovación social, con los principios que ahora esgrimimos en el fondo de un cajón metidos en el sobre de “sueños de juventud madura” (por que joven joven, una ya no es “tan” joven)”.

Así que dedico esta entrada a Dan Brown y a sus best-sellers, por dos razones, la primera porque me han ayudado a pasar mis citas con el dentista y las atenciones primarias de la seguridad social, sin nervios y con alegría, y la segunda porque en ellos subyace una reflexión y unas esperanzas que comparto.

Thank you Dan….

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