jueves, 11 de febrero de 2010

El tren de la vida misma

Hoy de nuevo he dudado si coger el coche para acudir a una reunión en el centro, 20 minutos sin tráfico o 35 con tráfico moderado, me pesa mi estado de buena esperanza y he estado muy tentada. Pero mis convicciones han podido a mi pereza y finalmente he optado por el medio más sostenible, el tren.

De nuevo como ya me ha sucedido en este trayecto varias veces, lo que fuera una mujer, convertida en un plagio de un estatua de Giacometti, reducida a su mínima expresión humana, ha irrumpido a tumbos en el vagón donde me encontraba. Insistente, pausada, ha dedicado un buen rato a un selecto número de pasajeros, supongo que los que ha percibido que eran mas vulnerables a sus suplicas. Como no, embarazada en asiento sobre pasillo, una de los afortunados he sido yo. Lo estaba viendo venir y me iba aferrando a los pensamientos de consuelo típicos de estas situaciones –“ es para droga, es para droga, es para droga”. Si hubiera podido, no la habría ni mirando - –“es para droga, es para droga, es para droga- pero era imposible, ella iba bajando la cabeza cada vez más inclinándose insegura y vulnerable hacia mi – “una ayudita que no tengo pa come”. Y he levantado los ojos del periódico y me he dado de bruces con su cara, tan pequeña, con esos ojos tan grandes y tan vacíos, que ni siquiera me han visto. He dicho no y se ha ido. Ha bajado en el Pozo.

En esa misma estación ha subido otro proyecto de espectro, o eso he pensado yo. Alto, largo, delgado, moreno, desaliñado sin diente y con guitarra. Y ha empezado con “noches de bohemia”

Cuatro acordes, no sonaba mal, por lo menos sonaba con fuerza y ajustado. He seleccionado 30 céntimos, “por el arte” y cuando ha pasado pidiendo se los he dado. Nadie más en el vagón le ha dado nada, pero ha calculado mal el tiempo y ha tenido que quedarse con nosotros una parada más. Y entonces ha empezado a tocar una rumba preciosa, que yo nunca había oído y que he intentado encontrar en Internet sin éxito, “con lo que yo te he querido y ya no siento más nada”. La música ha inundado el vagón y mi alma. Y he llorado, he llorado por la chica Giacometti y por todos los que como ella no saben como afrontar la vida, he llorado por los que si saben como afrontarla pero no tienen los medios para hacerlo, he llorado por los que ya tienen el corazón pétreo y no lloran, por los niños que no se pueden defender y no tienen a nadie que los defienda… “menos mal”, he pensado, “que por lo menos estoy haciendo algo para cambiar este mundo tan terriblemente desequilibrado”. Y es que hoy por hoy, no podría vivir de otro modo, es un camino de no retorno. Sólo espero, un año después de mi última entrada de este tipo, que cada vez seamos más lo que queremos cambiar las cosas, y logremos llevar el cambio a cabo.

“Gracias, quiero darles las gracias por su apoyo, porque todos necesitamos ayuda alguna vez”- ha dicho el artista, mientras guardaba su guitarra en una funda profesional. “Gracias a ti, por recordarnos que somos seres humanos y no animales”- he pensado yo.

Al bajarme en mi estación he dado gracias a mi fuerza, el tren es mucho más sostenible que el coche, y no solo porque produce menos CO2, sino porque es una ventana hacia el mundo real, lleno de imperfecciones, de tristezas, de sentimientos encontrados y de seres humanos. Que no se nos olvide nunca.

No hay comentarios: