sábado, 3 de diciembre de 2011

Agua y Aceite

Acabo de terminar de ver el programa en versión española, película, “el truco del manco”.

Necesitaría horas para escribir una entrada que incluyera todo lo que la película me ha inspirado se merece. Pero estoy muerta y me tengo que acostar, y mañana sé que no escribiré.

Así que seré breve.

Sentimiento principal: ese recurrente de impotencia ante la cruda realidad de tanta gente con la que solo coincido, si lo hago, en el tren de cercanías, cuando suben a pedir dinero para volver al agujero de evasión en el que han decido dejarse morir poco a poco.

Impotencia también ante la evidencia de que nuestro equilibrio esta hecho de desigualdades dramáticas. Y congoja al saberme parte privilegiada en todo este sistema.

Hasta aquí nada nuevo.

La parte mas traumática de todo ha sido el momento en que me he levantado a coger algo en la cocina, y he salido de la película y me he re-econtrado con mi entorno. Mi casa, con su calefacción, sus luces, sus cuadros, su suelo de madera, su belleza, mi realidad…mi evasión. Mi mundo cómodo desde el que sufro por los demás.

Este sistema infernal donde guetos concéntricos acumulan micromundos con realidades propias, con sus propias fórmulas de evasión, incapaces de mezclarse porque están hechos de materias incompatibles. Agua y aceite.

Me veo mandado sms por África, y no conozco mi barrio, porque no quiero, porque me queda muy cerca, porque me puedo mezclar con el y quizás la paz que me da la suerte que tengo se resquebraje y no sea capaz de soportarlo.

He entrado tanto en la película que me he visto a mi misma a través de otro prisma y ahora siento inmersa en fuegos fatuos, me siento completamente intrascendente.

El mensaje del truco del manco es que se puede. No me digas que no se puede. Eso es lo que yo me repito todos los días. No me digas que no se puede. Lo que me ha hecho pensar la peli es si lo que estoy intentando hacer, todo lo que estoy intentando hacer, sirve o se trata simplemente de mantenerme en ese brutal equilibrio que tanto digo despreciar.

Hoy no hay mensaje de esperanza. Hoy es un punto de inflexión. Lo noto. Lo sé.