jueves, 28 de septiembre de 2017

Párpados de barro


Hoy es uno de esos días que me pesan los ojos como si los párpados fueran de barro.

El otro día estuve sola caminando, y mirando, y escuchando, y descansando, y sintiendo toda la energía de la vida fluyendo por mi cuerpo. Y recobré la paz que había perdido. Todavía me resulta increíble que la soledad me dé a veces tanta paz.

Y con esa paz llevo unos días fluyendo, contenta, consumiendo sol y música y parque del Retiro, asfalto y patinete.

Creo que todo se va a poner en su sitio, como siempre, como en Shakespeare in Love, donde las obras siempre salen pero nadie sabe como.

Cuando estoy en paz quiero a todo el mundo, musho, como Nati Abascal, me vuelvo muy humana. Y eso me llena de energía. Pero no me revoluciona, es energía limpia, dulce, suave y certera.

Y entonces llega el final del día y me voy haciendo pequeña, y estoy contenta, y mas pequeña, y entonces siento que los ojos me pesan como si los párpados fueran de barro.

miércoles, 20 de septiembre de 2017

Flashback


Me he tenido que poner la banda sonora de los niños del coro para poder trabajar esta noche. Tengo muchísimo trabajo y no puedo permitirme dedicar mi noche a leer, tuitear, facebookear, y seguir indignándome en compañía digital. Así que para recordar que en el mundo hay más que lo que está pasado hoy en España me dejo invadir por la música nostálgica de Bruno Coulais.

Pero soy incapaz de no volver a entrar en la actualidad. Es que no puedo soportarlo. Mi querida Marcela cuenta como en Barcelona la gente está haciendo una cacerola desde sus casas y que llevan 10 minutos pegándole con los helicópteros sobrevolando la ciudad.
Mientras, yo leo el clipping diario sobre inmigración y es todo horroroso, el discurso anti-migratorio calando por toda Europa a tope.
La ley y el orden y los demás, de nuevo enfrentados. Solo que está vez, yo estoy indignada pero estoy asustada también. Muchas cosas han cambiado. El 15M se fraguó durante el gobierno de Zapatero. El gobierno de Rajoy no es igual. Es un gobierno autoritario que hemos dejado crecer como un monstruo porque estábamos cansados de luchar. Estábamos agotados después del 15M. Y ahora el gobierno tiene unas armas que está dispuesto a usar en nombre de la Ley y el orden. Y la violencia genera siempre violencia. Siempre.
Violencia en España, violencia en Europa, violencia en America. Discursos que cada vez se parecen más, lo de la ley y el orden y los de los otros. Un mundo polarizado, las dos tapas de un sandwich y en medio los que no tienen nada.
Se oyen sirenas cerca del congreso de los diputados subiendo hacia Sol. Me recuerda a cuando veía entrar las lecheras por la A3 durante el 15M.

Que mi miedo se transforme en orgullo, y mi pena en fuerza. Solo pido eso. Quiero ver todo esto como una oportunidad otra vez, quiero verlo con ilusión y con la certeza de que podemos cambiarlo.

A ver si encuentro todos esos sentimientos dentro que deben de estar en algún lado.

Fin.

domingo, 17 de septiembre de 2017

La certeza de estar donde debo


Me resulta muy difícil tener certezas. Eso no quiere decir que tenga un pensamiento voluble. Combino la incertidumbre con firmeza en valores sin lo que no sería capaz de vivir en paz conmigo misma.

Pero desde hace unos meses tengo una certeza, la de estar por primera vez en vida donde tengo que estar, haciendo lo que debo hacer. Las que me conocen dirán que yo siempre estoy bien donde estoy. Es cierto. Soy una persona optimista y apasionada, siempre. Pero nunca antes de ahora había tenido la certeza de que mi trabajo es adecuado e imprescindible. 

Lo que está sucediendo con los movimientos de las personas en el mundo es un horror. La falta de libertad de movilidad humana siempre me ha causado mucho estupor y no la puedo entender, teniendo en cuenta que yo he pasado mi vida movimiéndome. Siempre me costó entender que no se pudiera ir a EEUU libremente por ejemplo. Ahora no puedo entender que no dejen moverse libremente a millones de personas solo porque nacieron en el sitio equivocado. 

Todos los días recibo noticias de cosas relativas a la inmigración que están sucediendo en el mundo. Y tengo el alma partida. Es todo un sin sentido que no tiene ninguna explicación. Si lo piensan es absurdo que el derecho a la libertad de movimiento esté limitado por tu nacionalidad, extrapolen a por tu sexo, por tu color de piel, incluso por la provincia en la que naciste. Pero la demagogia sobre el tema es tal que los que entendemos que es absurdo nos vemos intentando justificar ¡¡por qué la libertad de movimiento es un derecho!!! 

No puedo de verdad. A veces tengo que pararme y respirar muy hondo y recordar que yo sólo sé cambiar las cosas con amor y optimismo porque lo que me apetece es gritar y pegar y poner velas a la virgen para que caiga el meteorito que nos permitirá resetear el mundo otra vez.

Y en todo este marco siento sobre mis hombros el peso de la responsabilidad de sacar a mi organización a flote, contra viento y marea, contra todo tipo de presiones, contra todo tipo de rechazos. Somos molestos, somos únicos, somos raros. Y defendemos lo que nadie quiere defender, el derecho que tenemos todas a movernos libremente. 

A veces tengo ganas de dejarlo todo e irme a Tailandia con mis hijos y su padre a esperar tranquilamente a que impacte el meteorito. Luego pienso que para eso siempre hay tiempo. Así que por el momento me quedo aquí porque además, tengo la certeza de que es donde debo estar.



Parábolas del subconsciente

No quiero plantas. Se mueren. No todas las plantas se mueren. Pero las mías se mueren siempre. No sé cuidarlas. El otro día me regaló una planta y me emocioné. Me hizo tanta ilusión. Yo no me la habría comprado nunca. Pero una vez que la tienes...la quieres. Y empecé a pensar "se va a morir", "se me va a olvidar regarla" "¿tendré que echarle abono?". Así que durante los 5 días siguientes la regué muchísimo, le puse abono a tope, incluso le hablé. Pero cada vez la veía peor, cada día más lánguida. Al sexto día me encontré la planta toda pocha. Se murió.

No quiero gatos. Son muy independientes y se van. No todos los gatos se van. Pero los que yo tengo se van siempre. El otro día me regaló un gato. Era callejero. Lo había encontrado malherido debajo de su coche. Llego y me lo plantó ahí y se piró. "¿Que hago yo con el gato ahora?" Pero el gato resultó ser un amor. El primer día durmió en mi cama. A mí me daba miedo moverme para no despertarle. Me emocionó tanto tener compañía. Esa sensación de amor incondicional. Me levanté por la mañana con el corazón enorme, lleno de amor. Abracé al gato con todas mis fuerzas. Casí lo ahogo. Durante 5 días viví obsesionada con el gato. Cada vez que lo veía en casa lo agarraba para achucharlo y recuperar esa maravillosa sensación de apego. Al sexto día el gato desapareció.

No quiero peces. Se mueren. No todos los peces se mueren. Mis peces se mueren siempre. El otro día me regaló un pez. Era muy gracioso, de color naranja, brillaba muchísimo. Metido en una pecerita redonda. Me puse a mirar el pez y quedé embelesada. Se me había olvidado lo que era poder observar a un ser vivo subir y bajar. Es tan relajante mirar un pez. Pero da tanta pena en la pecera. Le dí de comer el primer día y la pecera se ensució un montón. Así que el segundo día la limpié. El tercer día agobiada le dí de comer otra vez. Pero como tuve una semana horrible, no pude cambiarle el agua. Y seguí dandole mucha comida. Al sexto día me lo encontré flotando panza arriba en la pecerita redonda. Se murió.

Mi amiga Cristina me ha dicho que en realidad lo que hago es matar a las plantas, agobiar a los gatos y matar a los peces porque me da miedo tenerlos. Me da miedo tomarles cariño y sufrir mucho después. Exploto de emoción cuando los tengo y me asusto y los hago desaparecer. Y lo he pensando bien y creo que tiene razón. Así que hasta que no esté preparada para tener una planta, un gato o un pez, no pienso aceptar ni uno más. Porque cuando se mueren, aunque sea mi subconsciente el que los mata, sufro como una cerda. Se me pasa pronto, pero el dolor es igual de intenso. O eso, o encuentro un día la planta, o el gato o el pez que sea capaz de aguantar el primer envite de mi amor desbordante, que lo mata todo.


Fin.


martes, 12 de septiembre de 2017

Te preguntaría tantas cosas


Te preguntaría tantas cosas. Te preguntaría que tal tu espalda. Y que tal la mirada acero azul clarito inspirada en un estilista del que ya no recuerdo el nombre. Te preguntaría su nombre. Te preguntaría sobre los bitcoins, y sobre si crees que se puede cambiar el mundo con ellos, y sobre todo dar más opciones a la gente que se mueve por el mundo sin derechos. Te preguntaría si en la subred hay más herramientas que sirven para cambiar el mundo. Te preguntaría porque los de Anonimous son unos “pringados”. Te preguntaría si por casualidad Manuela no acabó entrando en la antigua oficina de tu empresa una vez que fuimos a ver a Javier y estuvimos hablando con la gente un rato, y si estabas tú. Te preguntaría como se llama tu empresa, otra vez. Te preguntaría si crees que se puede arreglar un vídeo que es una chapuza. Te preguntaría si eres capaz de hacer marcas de colores en cuellos de cisnes, otra vez. Te preguntaría que comida te gusta, de verdad. Te preguntaría sobre los jabalíes, porqué son tu animal favorito después del gato. Te preguntaría si te gusta la canción "So Far" que escucho mientras escribo. Te preguntaría que música te gusta, de verdad. Te preguntaría si te asustan mis preguntas. Te preguntaría si prefieres que te pregunte por escrito o mirando a la gente antebrazo contra antebrazo o....
Y preguntando seguro que tendría más preguntas. 

Pero no sé quien eres. 

Así que me quedaré con todas estas preguntas guardadas en mi pequeño corazón, intentando que no se rompa de la presión. Hasta que el tiempo y el gazpacho se las lleven a otro sitio. Es una pena porque son preguntas preciosas, nunca tuve unas preguntas así antes. 

Y se murió. Fin