martes, 10 de octubre de 2017

En el bosque oscuro

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No sabe cómo fue ni cuando sucedió pero llevaba mucho tiempo vagando sola por el bosque oscuro. Recuerda que, al principio, corría con la certeza de que de ese modo estaba a salvo de que nada le pudiera pasar. Durante todo aquel tiempo inicial en la oscuridad del bosque siempre se las arregló para encontrar a más moradores que le hacían ameno el camino. Encontrar a un morador significaba dejar de correr. Dos contra la oscuridad es multitud. Entre moradores y carreras, la oscuridad a veces ni se notaba y sobre todo no daba miedo. Y así durante muchos años estuvo pasando el tiempo, sin que en realidad nada pasara. 

El peso de la nada y la oscuridad es enorme. Y compensarlo corriendo, cuando eres joven vale pero llega un momento que ya no se puede más de tanta carrera. Los moradores también veían el tiempo pasar y estaban cansados de tanto correr. Empezaron a dejar de moverse agrupándose en poblados. Se ponían todos juntos, apelotonadillos. Pero en los poblados no pasaba nada. Tampoco. La nada y la oscuridad. En los poblados. 

Decidió que la oscuridad era inevitable, vale, pero la nada... la nada es un horror adicional que no tiene mucho sentido. Así que paró y respiró y pensó: "si lo topos que no tienen ojos ven, porque no voy a ver yo?". Empezó a oler, a escuchar, a tocar, a sentir. Todo seguía muy oscuro y ver, no pudo ver nada, pero empezó a entender. Entendió lo que pudo y lo que quiso, entendió lo que necesitaba. Entendió el bosque y entendió al topo. Entendió a los moradores. Y los quiso a todos. Entendió la energía y la vio fluir sin verla. Y no entendió, ni por asomo, la oscuridad pero, la aceptó. 

Y así siguió aprendiendo, entendiendo, creciendo y retrocediendo hasta el fin de sus días, rodeada de amor, energía y oscuridad. 

Fin

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